Algunos gestos de la campaña electoral evidencian que la juntada nacional del peronismo en el Frente de Todos se logró y se mantiene soportando tensiones internas. Se diría que son naturales, pero cabe mirar debajo del agua. Es que si bien la dupla Fernández-Fernández se muestra como una sociedad con aspiraciones comunes, en el espacio parecen subyacer visiones con intereses político-territoriales distintas respecto del desarrollo futuro del proceso político. Coexistirían estrategias de supervivencia postcomicial diferenciadas, en una suerte de tácita grieta política entre compañeros. Amable por ahora.
La frase de Manzur afirmando que los votos que le darán el triunfo a Alberto Fernández serán los del NOA, una región que concentra el 12% del padrón electoral (4,2 millones de votantes), expone a uno de esos sectores en pugna: el del interior. ¿Sugiere que no será el distrito bonaerense, que nuclea casi al 40% de la planilla de ciudadanos en condiciones de sufragar, el que definirá la victoria? Si bien el mandatario quiso sacudir las pasiones proselitistas con un discurso de ocasión, es factible pensar en una plausible inquietud en los gobernadores peronistas, entre ellos el tucumano: la de que los socios camporistas de Buenos Aires quieran privilegiar más su propio futuro como estructura política a la sombra de Cristina que la disputa por el espacio nacional. En sencillo: que a los militantes “K” les interese más la victoria de Axel Kicillof en el principal territorio nacional que la del binomio presidencial en todo el país. Egoísmo estratégico o lealtad disimulada y acotada a intereses sectarios, lo que sería excluyente, un concepto repudiado en el PJ.
Sin embargo, parecería que ambas formaciones han diseñado y ejecutan colateralmente sus estrategias sectoriales, aunque ahora todos tomados de las manos. Con los resultados de las urnas se verá cómo sigue. Frente a ese posible mapa virtual de cristinismo unitario de los bonaerenses del Frente de Todos, la movida de Manzur del jueves -reuniendo a popes de las CGT nacional, a gobernadores y a candidatos a diputados y a senadores de las seis provincias de la región- sería la apuesta de los peronistas federales en pos del triunfo de Alberto Fernández. Acción y reacción. A los mandatarios y al peronismo del interior no les basta la victoria del cristinismo bonaerense. Inclusive, hasta les resultaría ajena. Ellos necesitan un presidente del mismo color político. No sólo por los beneficios a obtener de la Nación a partir de la compatibilidad ideológica, sino porque pueden consolidar un bloque a futuro para disputar el poder en 2023, bajo el paraguas del ex jefe de Gabinete de Kirchner. Súmese a ese grupo, además de Manzur, al santafesino Perrotti, al sanjuanino Uñac, al entrerriano Bordet, al cordobés Schiaretti, y hasta al tigrense Massa.
Tensión en el horizonte
Puede intuirse una eventual pelea a futuro entre peronistas federales y cristinistas unitarios más allá que el espanto a Macri los uniera en un frente electoral. Claro que ese proceso no va a estallar justo a una semana de las PASO, se mantiene detrás de bambalinas, oculto, pero se puede vislumbrar en el horizonte tras las elecciones presidenciales. El propio Gobierno nacional contribuye a ese proceso al deslizar -para deteriorar la imagen y asustar con una veta autoritaria y antidemocrática de la agrupación- que La Cámpora cobija como proyecto postular a Máximo Kirchner para la presidencia dentro de cuatro años, concentrando su accionar en Buenos Aires. En esa probable jugada, los gobernadores quedarían afuera, o eventualmente tendrían que subordinarse. Apuntalar a Alberto Fernández desde el interior se muestra, entonces, como una razonable contraofensiva interna. Aferrarse a su victoria significa el fortalecimiento propio, aunque eso implique que Cristina también estará ahí, festejando en el mismo escenario y cobijando a sus muchachos camporistas. Las tensiones internas saldrán a la luz si hay victoria, algo que caracteriza al peronismo y que hasta lo revitaliza. ¿En quién debería recostarse Alberto para fortalecerse, e independizarse, frente a la eventual presión de Cristina por imponerle a los suyos? Puede ser protagonista, o descubrirse títere.
Juego de contrapesos internos
En este marco hipotético debe analizarse la convocatoria de Manzur del jueves, aglutinando a referentes del NOA; y diciendo, además, que la región les dará la victoria a los Fernández, más a Alberto que a Cristina, porque el ex jefe de Gabinete le es más confiable que la ex mandataria. Las referencias a “Alberto”, curiosamente, se multiplicaron en los discursos en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, cual si él fuera el exclusivo garante de la tranquilidad de los gobernadores, más que la presencia de la ex jefa de Estado nuevamente en el Ejecutivo, aunque desde otro rol. Dudan, pero la necesitan, por eso no la pueden correr de la foto... todavía. ¿Más adelante? Quién sabe. Hoy les queda acometer su propio partido, el que deben dar en todo el país para fortalecerse como una expresión del peronismo del interior. En este aspecto, muchos de los presentes, en especial los sindicalistas encabezados por Héctor Daer (Fatsa), hicieron hincapié en la necesidad de repetir estos plenarios en otras provincias. Como si los garantes de un eventual triunfo de la lista del Frente de Todos fueran los distritos peronistas del interior más que Buenos Aires.
No sólo se desarrolla una pelea del peronismo del interior contra la política centralista de Macri favoreciendo a Buenos Aires y a la Capital Federal, sino que también se dibuja una disputa contra el eventual unitarismo político de los bonaerenses cristinistas. Un juego de contrapesos internos escondido detrás del principal objetivo del peronismo: derrotar a Macri.
En este entramado de intereses yuxtapuestos, Manzur perfila los propios. Ya integra el dream team de los gobernadores exitosos electoralmente, de los que se sientan a la mesa chica de las decisiones nacionales en el justicialismo. Desde el jueves se puso los galones de referente regional del peronismo, de armador y baluarte de Alberto Fernández. Habló en representación del bloque de seis provincias y sus invitados no escatimaron elogios a su iniciativa. Hasta le reconocieron afinidad y proximidad con Alberto. “Manzur es uno de los hombres de confianza de Alberto Fernández”, dijo Víctor Santa María (Suterh); aspecto que fue subrayado por varios, cual si alguno supiera que el gobernador tucumano tiene una silla esperándolo en el gabinete nacional en el caso de vencer el Frente de Todos. Si ocurriera, sería en representación de los gobernadores, y tal vez sería el que eventualmente lidere la batalla a cara descubierta contra los bonaerenses cristinistas.
Sindicalistas y gobernadores
Manzur es el amigo de todos. Especialmente, de los principales líderes peronistas de la CGT que respondieron a su convite. Esa CGT en la que supo recostarse Perón para decirles “no” a los imberbes. Como para prestar atención a los puentes, hay que señalar lo que Daer deslizó el jueves: que el candidato presidencial le dijo que la CGT será parte del Gobierno. La imagen de gobernadores y sindicalistas de la central obrera apoyando a Alberto Fernández es fuerte, por lo que el encuentro organizado por Manzur no es menor en la vida interna del peronismo, más allá de la mucha o poca repercusión nacional que haya tenido su movida. La principal lectura vale puertas adentro del peronismo.
Cuando dijo que el NOA le dará la victoria, Manzur pareció enviar un mensaje al resto de los compañeros: que van a salir a ganar por todos, que intuyen intereses que conspiran contra la victoria del frente y que hay un proyecto político ambicioso a futuro enancado en el peronismo del interior. Está tan absorto en esta movida que cuando se le pregunta por la cobertura de la vacante de René Goane -por ahora se mencionan más candidatas mujeres que hombres para sucederlo-, desliza que se tomará todo el tiempo necesario para pensarlo. Sin apuro. En este tiempo electoral, hasta un paso en falso en esta designación puede incidir en el resultado. Nada de riesgos. Alberto antes que la Corte. Lo político antes que lo institucional.
Otro mal PASO
En términos político-electorales, las primarias abiertas del domingo serán las más trascendentales desde que fueron en 2009. Sin embargo, serán las más devaluadas desde lo institucional, tanto que puede que estemos en presencia de las últimas PASO de estas características en el país. Resulta paradójico, pero los números que arroje esta encuesta real puede anticipar cuál será el resultado final de la general de octubre y si, en ese marco, será necesario el balotaje. Se entienden así los ruegos macristas y opositores para que se vaya a votar, para que nadie se quede en casa.
Entonces, ¿por qué decimos que serán primarias devaluadas si se plantean como trascendentales? Porque más allá del tremendo valor político circunstancial, han perdido su valor institucional como sistema electoral. Le han introducido herramientas casi antidemocráticas y con un fuerte sesgo centralista y autoritario. ¿Cómo es posible que hayan sido creadas para que los independientes puedan elegir candidatos en la interna del partido que les plazca y que esos partidos no presenten más de un candidato? O peor, que haya digitación y ausencia de competencia interna en igualdad de condiciones. Es lo que hizo el Gobierno nacional al modificar la reglamentación de las PASO disponiendo que la junta electoral central de un partido o alianza decida a quién le permite participar con la fórmula nacional en las primarias. Hijos y entenados. En estas condiciones, este tipo de comicios han perdido su razón de ser. Sólo sirven para que los que conducen los espacios a nivel nacional impongan sus candidatos en las provincias, por más pataleo que pueda haber en el interior.
La consecuencia de tamaño despropósito puede ser el retorno de las internas cerradas en los partidos para que los afiliados -precisamente a aquellos a los que ahora se les niega la posibilidad de participar como candidatos si no tienen la venia central- puedan presentarse y postularse para los cargos nacionales. Si las internas abiertas perdieron su sentido original por culpa del autoritarismo centralista, tal vez las cerradas le devuelvan un poco de aire democrático, aunque los diseños electorales siempre están atados a los intereses particulares de los gobiernos de turno, nacional o provincial.